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Lugares de Interés

Iglesia Parroquial

El monumento de mayor importancia histórica y artística de esta Villa es, sin duda alguna, la Iglesia Parroquial dedicada a Santiago Apóstol.

Aunque ya en documentos de la Orden de Santiago datados en el año 1241 se hablaba de la misma, haciendo referencia a una avenencia sobre los diezmos entre el Obispo de Cuenca y las autoridades de la orden santiaguista, es realmente en la primera mitad del siglo XVI cuando existe constancia de su construcción, por el cantero vizcaíno Martín de Verdolaza. Las obras fueron financiadas, en gran parte, por el Prior de la Orden de Santiago, D. Fernando de Santoyo, natural de esta Villa y cuyos restos mortales descansan en la Capilla del Santísimo.

El estilo arquitectónico no es definitivo, ya que, si bien las bóvedas son de trazado gótico, las paredes son lisas, de mampostería y con escasas ventanas, propio del románico. La mezcla de estos estilos y la grandiosidad de las dimensiones junto con la esbeltez de sus columnas (de sillería regular y con 1,5 m de diámetro) contrasta con la simplicidad y ausencia de adornos.

Sus muros principales están orientados a los cuatro puntos cardinales, destacando hacia el Saliente, el Altar Mayor realizado en madera dorara con pan de oro y con una clara influencia renacentista. Destacan de este retablo la imagen en piedra policromada de la Virgen de la Piedad, patrona de esta Villa y la estatua ecuestre de Santiago Apóstol, titular de la parroquia, así como diez columnas compuestas que enmarcan tres tronos en el centro.

En su interior la superficie principal está formada por un rectángulo casi cuadrado así como cuatro capillas laterales, siendo dos de ellas de la misma época de construcción de la iglesia y otras dos de etapas más recientes.

Cuatro columnas grandes y sencillas ayudan a los muros a sostener las bóvedas del templo que dividen a la iglesia en tres naves, siendo la del centro más ancha que las laterales. Estas columnas se unen por la parte más alta, por medio de arcos de medio punto, y por la parte estrecha por arcos ojivales bastante abiertos formando una bóveda sostenida por nervios que forman filigranas de verdadero capricho.

 

Exterior de la Iglesia

En el exterior destacan grandes contrafuertes que sostienen el empuje de las bóvedas y la torre alberga en su interior una escalera de caracol en piedra de sillería. Las puertas de entrada son renacentistas con cierto sabor barroco y sobre ellas hay un enorme arco de descarga ojival.

Toda esta bella estructura está situada en el centro de la población, rodeada de una zona de piedra y guijarro conocida como Los Pretiles,lo que hacen de este entorno, junto a la grandiosidad del monumento, una de las zonas de visita y esparcimiento más pintorescas de la población.

 

 

 

El Rollo

Bajando por la Calle Mayor, llegamos hasta el Parque, que toma su nombre de un monumento de piedra asentado sobre cuatro gradas cuadradas: EL ROLLO.

Antiguamente este símbolo era insignia de jurisdicción, es decir que indicaba que el lugar tenia justicia propia y pertenecía a alguien, aunque más adelante empezó a utilizarse para las funciones de castigo y exposición de reos, pero sólo para los villanos, nunca para la nobleza o los eclesiásticos, por lo que en el transcurso de los tiempos el rollo se convirtió en el símbolo de la opresión del pueblo así como en la existencia de «dos varas de medir”: los villanos al rollo, pero nunca los nobles o eclesiásticos.

Está formado por un fuste cilíndrico, con cuatro simicolumnas adosadas a modo de cordones; el capitel es sencillo con restos de decoración floral. De la parte superior nacen cuatro ménsulas de forja en forma similar a la de cabeza de pequeños canes, de ahí el nombre popular con el que se los conoce en esta Villa: Los Perretes.

Su estructura y emplazamiento lo convierten en uno de los lugares de reunión más frecuentados, tanto por los jóvenes como por los mayores, sobre todo en las tardes y noches de verano.

 

 

 

 

Puentes de Clemente

Pero sin duda, uno de los paseos más agradables lo podemos realizar cruzando el Puente de Clemente, que atraviesa el río Gigüela, uno de los afluentes del Guadiana, el cual confluye con éste en las Tablas de Daimiel.

La construcción de este puente se realizó en la antigua carretera de Alicante-Cartagena, siendo esta zona la más poblada de Villanueva en sus inicios, por reunir las alquerías de Alcardete, Cardetum y la Ventosa.

Aunque hay dudas sobre su origen, la solidez y armonía de su construcción lo sitúan en la época romana, por ser éstas algunas de las cualidades dominantes en este tipo de arquitectura, así como por el hallazgo de materiales cerámicos en las proximidades del mismo.

Consta de 6 ojos con arcos de medio punto en cada uno de ellos, lo que unido a los árboles y cañas de las riberas del Gigüela, lo convierten en una de las estampas más atractivas de esta villa y uno de los lugares más visitados. Fue reformado en el año 1994 debido al deterioro en el que se encontraba por un excesivo uso, al ser lugar obligado de paso hacia distintos parajes del término municipal.

Ermita de San Isidro

Dejamos atrás el puente para dirigirnos en nuestro paseo hasta la Ermita de San Isidro, erigida sobre una loma, que tiene a escasos metros de su base, las corrientes del río Gigüela.

Su construcción se realizó sobre unos terrenos cedidos voluntaria y gratuitamente por D. José Collado Castell, y data del año 1950, iniciándose por voluntad de la Hermandad de Labradores para dar cobijo al Santo que protege sus campos.

Edificada con pequeñas aportaciones de todos los vecinos, se cuenta que los materiales de su construcción así como sus puertas, procedían del antiguo Convento de los Capuchinos, hoy actual Cementerio.

El edificio es de planta rectangular, de una sola nave y su cubierta es de teja árabe. El acceso se realiza a través de una puerta adintelada, precedida por un pórtico cubierto a tres aguas apoyado sobre dos esbeltos pilares. Está adornada con un pequeño arco construido sobre el muro, en el que hay una pequeña campana que suena de manera puntual todos los 15 de Mayo, onomástica del Santo.

Su interior recibe iluminación de dos ventanucos adornados con cruces de hierro, abiertos en cada una de las hojas de la puerta, que está claveteada y conserva su antigua cerradura, bajo un dintel de madera, que carga sobre las jambas terminadas en sendos capiteles con adornos vegetales.

Posee una hermosa pila de piedra, embutida en el muro norte; en el muro situado al oeste se encuentra en altar, donde descansa la imagen del Santo durante todo el año, contemplando el pavimento que es de mosaico en forma de tablero de ajedrez.

Baile de Jotas en San Isidro

En la pradera de San Isidro, junto a la ermita del Santo, se reúnen las familias y visitantes. Como música de fondo, sus refinadas jotas que ponen la banda sonora al día de la celebración. Los chiringuitos no faltan en este día y sobre el césped de la pradera, se desparraman los alcardeteños dispuestos a pasar la jornada isidril como mandan los cánones.

Abandonamos el campo y subiendo por la cuesta del río, atravesamos el «puente de la carreterilla”, para encontrarnos con el edificio que más destaca a la entrada: la Ermita de San Roque, inicialmente llamada «de extramuros”, por encontrarse situada fuera del caso urbano.

Se cuenta, que en su puerta se dejaban muchos niños recién nacidos que solían apadrinar y cuidar las familiar más acaudaladas de la población.

Ermita de San Roque
Ermita de San Roque

Para conocer datos sobre su construcción, tenemos que remontarnos al año 1575, año éste en el que se comienza con la obra, teniendo que recurrir al rey en tiempos posteriores, debido a la escasez de medios con los que contaba el Municipio.

El rey, de sus montes, donó la madera para la techumbre y mandó que la labrasen los judíos conversos llegados de Granada, dándole al artesonado, de par y nudillo que cubre la nave central, el aspecto de una sinagoga; las naves laterales están cubiertas por un artesonado sencillo.

En su origen, los muros estaban enfoscados y pintados exteriormente, haciendo de su cubierta un auténtico arabesco, digno más bien de un templo mahometano que cristiano.

Su hundimiento se produjo un 26 de julio de 1976, procediéndose a una rehabilitación entre los años 1976 y 1982. Las obras de reforma consistieron principalmente en el saneado de los muros, cambio de la madera de las dos naves laterales, aunque no de la nave central por su alto valor arquitectónico, así como una reforma total del altar y del piso de toda la ermita.

Su enclave, junto al parque municipal y paseos, la convierten en zona de reunión y esparcimiento para los vecinos, así como en uno de los edificios más entrañables de este Municipio, especialmente el día 16 de Agosto, fecha en que se celebra la Festividad de San Roque, y en sus alrededores el olor a espliego y tomillo, cubren con su cálido aroma, el caer de la tarde.

A escasos metros de la Ermita se encuentra el Parque Municipal con más de una hectárea de extensión. Su arbolado y conservación ofrece un adecuado y bello contraste con los terrenos circundantes, convirtiéndose en una de las zonas más visitadas de la villa y un lugar adecuado para fijar en nuestra retina las fotos que nos ofrece la puesta de sol, sobre todo en los días en los que algunas nubes pueblan el cielo, produciéndose ese «rompimiento de gloria” tan buscado en fotografía, con el perfil de la ermita al fondo. Sin duda una bonita imagen para el recuerdo.

Ya en el casco urbano podemos ver a un par de mujeres con amplias sayas bajando por la calle que aprovechan para charlar con todo el que pasa. Nos encontramos en la Calle del General Labarra, conocida en la Villa como Calle de la Tercia, por encontrarse aquí el edificio de mismo nombre: Casa Tercia, también se encuentra el Pósito de Simón de Villanueva, ambos construidos en el siglo XVI.

Para recabar información sobre este edificio tenemos que recurrir al Archivo Histórico, el cual hace referencia a los diezmos: impuestos que pagaban los españoles en aquella época. Se abonaban generalmente en metálico a excepción del diezmo del grano que se paga en especie. Esta «renta del pan” solía ser la más importante de las de los arzobispados en términos económicos y para su percepción y almacenamiento se construyeron por toda España una red de almacenes conocidos como Casas Tercias.

Primitivamente, estas casas, tenían los pisos bajos elevados del suelo mediante unas bóvedas que permitían aislar el grano de la humedad y su espacio lo formaban naves paralelas separadas por arcos sobre pilares.

La iglesia española percibía de los fieles cristianos los diezmos de los frutos que producían. Este diezmo fue abolido en el primer tercio del siglo XIX en la reforma liberal de Mendizábal. Las disposiciones establecían que todos los hombres del reino dieran los diezmos de pan y vino y ganados a la iglesia. Del conjunto de lo percibido por esta institución en cuanto a diezmo, los dos novenos de todos los frutos y rentas eran cedidos por ella a la Corona en virtud de concesiones y gracias apostólicas: eran llamadas Tercias Reales. Una vez recaudados, los frutos debían almacenarse, primero, para proceder a la partición y su distribución y en segundo lugar, el almacenamiento del trigo se prolongaba durante varios meses a la espera de venderlos en la coyuntura alcista más favorables.

Pilar abrevadero

La casa del Pósito también almacenaba trigo procedente de los granos del rey, de Propios y de propietarios. Esta casa vendía y prestaba granos a los agricultores. También prestaba dinero y funcionaba como un banco.

Del edificio destacan sus contrafuertes de sillería cubiertos por tejadillo escalonado que forman huecos irregularmente distribuidos, así como su cubierta de teja cerámica, a dos aguas.

Después de esta incursión histórica, abandonamos la Tercia y lo primero que nos encontramos es el Pilar Abrevadero, situado ya en la Calle Goya.

De volumen cilíndrico y cubierto por teja en abanico, cuenta en su interior con un pozo, del que se extraía el agua por medio de un mecanismo movido por mulas. El agua era vertida al exterior a través de un caño, cayendo sobre las pilas de piedra, de las que bebían los animales. Esta zona se convirtió en lugar de charla habitual para los labradores al regreso de sus faenas. Tres ventanucos iluminan el interior del edificio que aún conserva el primitivo pozo, el cual se puede contemplar a través de un grueso cristal situado en el suelo del inmueble, convertido hoy en sala de exposiciones.

Abandonamos el Pilar y continuamos nuestro paseo por la Calle Mayor hasta llegar a la Plaza de la Constitución, centro neurálgico que inicialmente acogía los grandes acontecimientos de la Villa, como eran sus ferias, fiestas, mercados… Sobre la grava del suelo se establecían los puestos y tenderetes que daban color a sus fiestas, y el humo de la churrería inundaba el quiosquillo donde la banda tocaban las piezas más típicas.

La primera reforma se realiza en el año 1972, y D. Felipe Verdúguez Ovejero es el maestro de obras que redacta el proyecto, en el que se establece una nueva estructura de la que destaca una fuente central rodeada por césped, árboles y rosales, así como bancos de piedra y losa, siendo sin duda, la nota de más color del Municipio.

Por diversos problemas producidos en el suelo a consecuencia de las raíces de las especies arbóreas utilizadas, en el año 1994 se afronta la segunda reforma, consistente en una nueva construcción, sensiblemente rectangular y delimitada por una barandilla perimetral de forja artesanal sobre murete de mampostería ordinaria, lugares ideales para «tomar el fresco” en las noches calurosas del verano.

También destacan las zonas estanciales formadas por bancos de fundición y madera, pero sobre todo el quiosco de música al que rodean farolas fernandinas y un ajardinamiento que también circunda toda la estructura, formado con árboles de hoja caduca, permitiendo así la entrada del sol en el invierno, así como otros de pequeño porte de hoja perenne. Completan este ajardinamiento dos olivos, que junto a los edificios que la rodean, hacen que esta plaza se encuentre en una zona de privilegio de la Villa.

La Posada

Entre los edificios que más destacan alrededor de esta plaza se encuentra la Posada, antigua casona que tiene en su historia leyendas de amor y de muerte.

Por ser Villanueva un pueblo de paso para Murcia, Cartagena y Valencia así como para Toledo y Madrid, pasan carros, gentes a caballo y a pié y había fama de saltear y matar a los pasajeros que hacían noche en los lugares alejados del pueblo. Aunque el dato más relevante que se encuentra sobre el inicio de su construcción la sitúan en el siglo XVII, se cuenta que los Reyes Católicos pernoctaron en ella, a su paso por esta Villa allá por el 1.500.

Ya la imaginación de Cervantes podría situar este edificio en la segunda parte de su Quijote (Capítulo LXXII).

Es en este capítulo donde se relata el encuentro con Don Alvaro de Tarfe: Don Quijote y Sancho vuelven a su tierra y aldea, por la Vereda Real, para cumplir con lo empeñado, al ser derrotado en Barcelona por el Caballero de los Espejos (Bachiller Carrasco) que le ha exigido esté un año en su casa sin salir a más aventuras.

Sería a finales del caluroso agosto y al aceptar Sancho azotarse para desencantar a Dulcinea, cuando bajarían a las riberas con hayas, fresnos y nogueras del Río Gigüela, pasando su primera noche de Penitencias en las frescas frondas del Escardillo.

El pueblo inmediato que se menciona después de esta noche de primeras Penitencias, sería Villanueva de Alcardete y en su mesón de la Plaza Mayor junto a la iglesia fortaleza, ocurriría el encuentro con Don Alvaro de Tarfe y la declaración de éste ante el entonces alcalde de Villanueva, de ser ellos los verdaderos Qijote y Sancho, y no los vistos por él en Zaragoza de donde venía.

De dicho mesón saldrían juntos, el Caballero Tarfe y sus criados para Granada y ellos dos para su pueblo, pasando dos noches de Penitencias hasta completar Sancho los 3.300 azotes convenidos.

De planta rectangular, con dos alturas separadas por línea de imposta en piedra, se articula este edificio, alrededor de un patio con tres lados porticados con columnas de fuste, zapatas y viga corrida en madera. Destacan en el patio la fábrica de sillería y mampostería así como el alero moldurado en la planta alta.

Desde la Plaza de los Pretiles podemos observar este edificio de estilo popular, destacando de su fachada la puerta de acceso, así como las rejas de los grandes ventanales situados en la planta baja, lo que hacen de él uno de los edificios más comentados de la Villa.

También destacamos, dentro de este entorno, el Ayuntamiento, la Cámara Agraria Local así como la Academia de Música y el Archivo, todos ellos como resultado de diversas reformas realizadas en edificios dedicados anteriormente a otras actividades: educación, cultura y ocio, etc.

Atravesamos la «esquina de la torre” zona típica donde las corrientes de aire siempre están presentes, por ser lugar de encuentro que divide al pueblo en cuatro sectores, y nos dirigimos por el Callejón de las Brujas hacia otra de las pequeñas plazas de la Villa: la plaza de la Cruz Verde, donde según la jota nos «sentamos en la peana” en este caso para descansar y recordar una antigua fuente y también quiosco que abastecía de golosinas a los más pequeños, hoy desaparecida.

Abandonamos esta plaza y continuamos el paso siguiendo la ruta de los encierros populares a lo largo de la Calle Cervantes, encontrándonos en primer lugar con la Ermita de Nuestra Señora de Gracia, antigua iglesia con planta de cruz latina.

Su estilo en Neoclásico (Siglo XVIII) y consta de una sola nave con cinco tramos, cubierta por una bóveda de cañón con lunetos. El crucero tiene una cúpula de media naranja sobre pechinas y los brazos se cubren mediante una bóveda de cañón sencilla. La entrada se encuentra a los pies, a través de un arco rebajado. A lo largo del tiempo ha sido utilizada para distintas actividad, destacando entre ellas la de biblioteca y sala para conciertos de música clásica.

Seguimos caminando por esta ruta, pero no sin parar antes en el Casino, conocido como «La Sociedad”, uno de los bares más antiguos del municipio, pero que, como todos los bares, se va llenando a horas punta y los más mayores aprovechan para formar tertulia.

Abandonamos el local después de un pequeño refrigerio, para dirigirnos hasta otro de los edificios construido en el año 1955: la Plaza de Toros.

Sobre la plaza de toros podemos decir que es el fruto de un largo trabajo realizado por los vecinos mediante aportaciones personales: trabajo, piedra, arena, madera, etc., aunque el terreno se adquiere en compra a su propietario D. Luciano Verdúguez Cicuéndez, por 20.000 Pesetas.

La inauguración se realiza el 23 de Abril de 1956, a las 5 de la tarde, con una novillada en la que actuaron como novilleros Abelardo Vergara, José Gómez Calviñero y Angel Tomillo de la Parrilla.